CONSIDERACIONES EN TORNO A NUESTRO SISTEMA DE SONIDO

 

Me gustaría referirme al equipo de sonido como un sistema complejo en el que cada uno de los diferentes elementos que lo componen puede considerarse, a su vez, como un sistema complejo más reducido.
Complejidad puede definirse como aquella propiedad de ciertos sistemas entre cuyas características se encuentra una gran variabilidad, a múltiples dimensiones, una interconectividad de elementos, procesos, capas, subsistemas, microdinámicas….. que se interrelacionan. Los sistemas complejos generan una interminable cadena de acontecimientos sucesivos que se caracterizan por la variedad y multiplicidad de sus bucles de retroalimentación ("feedback") y el desencadenamiento de otros ("feedforward").

 

En la escuela hemos aprendido a pensar separando las materias. Está muy bien distinguir estas materias pero no hay que establecer separaciones absolutas. Nuestro pensamiento es disyuntivo y, además, reductor: buscamos la explicación de un todo a través de la constitución de sus partes. Queremos eliminar el problema de la complejidad. Este es un obstáculo profundo, pues obedece a una forma de pensamiento que se impone en nuestra mente desde la infancia, que se desarrolla en la escuela, en la universidad, y se incrusta en la especialización; y el mundo de los expertos y de los especialistas maneja cada vez más nuestras sociedades.
Ahora bien, hay un problema grave porque sabemos que los especialistas son excelentes para resolver los problemas que se plantean en su especialidad, con la condición de que no surjan interferencias con factores pertenecientes a especialidades vecinas y de que no se presente nada nuevo en los problemas planteados.

 


Las nuevas ciencias tienden a reemplazar la idea de objeto por la de sistema. Todos los objetos que conocemos son sistemas, es decir, están dotados de algún tipo de organización. La organización es lo que liga un sistema, que es un todo constituido de elementos diferentes ensamblados y articulados. Y la idea que destruye todo intento reduccionista de explicación es que el todo tiene una cantidad de propiedades y cualidades que no tienen las partes cuando están separadas. Esas cualidades que nacen a nivel del todo se han llamado emergencias y pueden retroactuar sobre las partes. El todo, por lo tanto, es más que la suma de las partes.

Por otro lado, una constante que rige la existencia de los audiófilos es la incesante búsqueda de la perfección en la técnica/arte de la reproducción musical. No representa ningún desvío de la conducta la búsqueda exhaustiva, y casi siempre ansiosa, de la perfección de nuestro sistema de sonido aún a sabiendas de ser inalcanzable. No representa neurosis porque en el transcurso de la búsqueda de lo óptimo siempre queda alguna cosa de ello. Al fin y al cabo se trata de un mecanismo universal sin el cual no tendría ocurrido desenvolvimiento alguno en la historia de la humanidad.

Tras reflexionar mucho en torno a este tema he concluido que esa perfección no existe. O mejor, existe, pero está sólo en nuestras cabezas audiófilas. Digamos que es una figura subjetiva interiorizada y conformada en la psique individual, una especie de marca registrada de cuño peculiar tal como nuestra huella digital o el iris ocular. Al ser un concepto propio y personal, lo que es estimado como perfecto por una persona puede no ser así para otras y, en general, no lo es.

Son muchos los sonidos musicales (el maestro Stokowski decía que cada teatro tiene su sonido musical propio) de los cuales podríamos citar dos, el sonido que cada audiófilo tiene instalado en su casa y el sonido que le gustaría tener (uno objetivo y el otro idealizado). El sonido objetivo, el sonido que tenemos, siempre puede evolucionar en el sentido de la perfección imaginada y perseguida –aunque inalcanzable- si tomamos algunas medidas.

Siempre es interesante recordar ciertas consideraciones que contribuirán de un modo u otro a equilibrar el sistema de audio, o también a estructurarlo, si el usuario no es muy veterano en las lides hifistas. Incluso usuarios de larga trayectoria que no tienen las ideas muy claras a la hora de acometer algunas reformas de su sistema pueden dejarse apasionar por la imagen de algún aparato antes de tener en cuenta su buen o mal acoplamiento a su equipo, o elegir un componente sin haber considerado los factores más importantes que deben serle interesantes. Éstas son “constantes” entre los aficionados, y no precisamente entre los más neófitos.

Actualmente se puede configurar un sistema de sonido equilibrado con dispendios moderados. Sin embargo hay un enemigo de la satisfacción que podemos encontrar en el proceso de reproducción musical, el tiempo, puesto que cuanto más escuchemos más conscientes seremos de los fallos que pueda tener un equipamiento. Y eso nos conduce al deseo de realizar modificaciones en el mismo para resolver los problemas que están dificultando el disfrute musical. Quisiera dejar constancia de que, de todas las cosas en que podemos gastar mucho dinero, quizás el equipo de audio sea la menos ostentosa. La mayoría de las personas no tienen la menor idea de lo que cuestan los aparatos de audio, por no hablar de los cables..... Es por eso que los que gastan su dinero en HiFi es porque aman la música y quieren reproducirla de la mejor manera posible.

Repasemos, pues, algunas “pistas” que ayuden al usuario en su toma de decisiones. Algunas de ellas pueden observar puntos de discrepancia, pero que a nadie le quepa duda de que están basadas en la experiencia real y continuada.
Vayamos haciendo indistintamente “guiños de ojo” en diferentes áreas para no hacer de este artículo un “catálogo de directrices” o, dicho de otra manera, tracemos una especie de mapa teniendo en cuenta que el mapa no es el camino pero ayuda a no perderse.

Podríamos comenzar con la segmentación económica que le deberíamos asignar a cada componente. Parece razonable defender que debemos invertir proporcionalmente más a medida que nos acerquemos al soporte a reproducir y menos cuanto menos cerca estemos de él. Del mismo modo que una buena grabación hará sonar mejor un equipo mediocre (ya que el origen sonoro es de calidad y repercute en la cadena de elementos), deberemos restituir más calidad cuanto más cerca estemos del inicio de la señal. Cualquier componente de la cadena no sonará más que lo que suena el elemento que lo ataca previamente.

Primeramente asociemos las tres categorías de componentes de un sistema (fuente, amplificación y altavoces o auriculares) con tres fases del proceso de reproducción sonora: información, interpretación y presentación.
La fuente emite la información “en crudo”.La amplificación interpreta esa información transformándola en ondas eléctricas apropiadas para estimular el transductor y este último transforma esas ondas eléctricas en ondas sonoras moviendo el aire y determinando en gran parte la música que escuchamos.

A lo largo del tiempo se ha discutido, y se sigue haciendo, mucho en torno a este tema y marcas inglesas como Linn, Rega y Naim han predicado hasta la saciedad su filosofía.
En los 70 la idea más extendida era que el componente prioritario en la cadena musical eran los altavoces y, por tanto, debían ser objeto de mayor atención y de mayor inversión. Pero el argumento británico es diferente y ostensiblemente mejor argumentado. Linn introdujo en los 60 la doctrina de “la fuente primero”.  Dado que la información musical procede de la fuente, ésta debe ser considerada el componente más importante de la cadena (como un sistema es tan bueno como su eslabón más débil, la parte más importante del mismo es la fuente). Además, mientras muchas compañías de hifi promueven las especificaciones eléctricas como indicativo de las prestaciones de sus aparatos, Linn ha focalizado la atención en la habilidad de sus productos para reproducir los elementos musicales juzgados como subjetivos (a veces referidos como PRAT -paz, ritmo, aceleración y timing-).

Ivor Tiefenbrun (fundador y “chairman” de Linn) estableció, no sin un gran rechazo, que el primer eslabón de la cadena musical era la fuente de sonido, a continuación la electrónica de control y ataque y, finalmente, las cajas acústicas. Aunque un altavoz no haga sonar mejor a un sistema mediocre, el mismo exhibirá sólo una parte de sus posibilidades si la fuente de sonido es todavía más mediocre.

Pienso que este punto de vista es sólido pero no un argumento para basar la constitución de un sistema en la supremacía de la fuente ya que los otros componentes de la cadena ofrecen importantes cualidades musicales que juntas no pueden ser encontradas de otra manera más que la debida a la combinación de los mismos. Esta lógica ignora el grado en el que los diferentes componentes pueden mostrar diferencias y, además, la fuente no puede compensar las deficiencias de los demás componentes.

También he escuchado muchas veces que el preamplificador es lo más elemental porque es el corazón del sistema ya que se encarga de "bombear la señal para varias arterias". El sistema de amplificación va a ser responsable de parte del color y de la presentación musical de la cadena y de que se respete en mayor o menor medida la señal original.

Las pantallas acústicas juegan un papel determinante y complejo como ninguno de los demás componentes. Los altavoces interaccionan con la sala de audición y ésta es algo que varía tanto de una a otra como los gustos particulares de cada persona. Cualquiera puede instalar un preamplificador en su sala y obtener exactamente los mismos resultados que montándolo en otra totalmente diferente, más grande, más pequeña, más reverberante... Y lo mismo sucede con los demás componentes, excepto con las pantallas acústicas. Es obvio que quienes disponen de habitaciones de gran tamaño pueden acceder a pantallas de mayor envergadura que los que se conforman con salas más modestas.

Mi respuesta, expresada en términos generales, es que la cadena es tan fuerte como lo es su eslabón más débil, cualquiera que sea su localización en un sistema particular. Es obvio que todas las partes son críticas y una sola que esté descuidada puede mermar las prestaciones del conjunto sensiblemente. Y, más especificamente, mi perspectiva particular se decanta de los altavoces hacia la fuente a medida que aumenta la resolución de un sistema de audio, sin desdeñar los gustos particulares de cada audiófilo. Aunque muchas veces son los propios audiófilos los que truncan la evolución del sistema debido a no poner cuidado en el afinado y retoques del mismo, por no tener en cuenta la sinergia de los componentes o porque depende de los consejos de cualquier persona (equivocados o interesados) en vez de probar cosas para mejorarlo. En este sentido, alguna vez he escuchado que la parte más importante de un sistema de audio es la persona que lo escucha debido al sesgo cognitivo de confirmación (la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la creencia que confirma las propias hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas).

Cada aficionado valora de un modo diferente y busca un determinado tipo de presentación musical (sonido grande, divertido y dinámico, relajante, “laid-back”, con mayor o menor presencia –sensación de “estar allí”……) y el tipo de transductor utilizado es, sin duda, el componente más capaz de ofrecerlo, por no hablar de la profundidad de graves, ya que fuentes y amplificadores suelen ser capaces de tocar un fortísimo orquestal con bombo pero no todos los transductores son capaces de reproducirlo. En definitiva, resumiría todo ello en dos palabras: equilibrio y sinergia.

Una vez que tenemos un sistema equilibrado fundamentaría la infraestructura del mismo en tres pilares:

  • Corriente eléctrica
  • Aislamiento/control de vibraciones
  • Acústica

Invertir dinero en la sala de escucha puede proporcionar mejoras que en bastantes ocasiones llegan a ser drásticas….y por no mucho dinero, si el usuario disfruta de un equipo con ciertas pretensiones. Tan sólo con aislar las esquinas –a techo- se conseguirá una mejora importante. Asimismo,alfombras, cortinas y mobiliario juegan un papel fundamental en el sonido que percibimos en una sala.

El rack que soporta el equipo ha pasado a ser un componente más del sistema, así como los soportes y accesorios diversos utilizados para el desacoplamiento mecánico acústico. La profusión de estos componentes indica que el aficionado se va dando cuenta de su importancia para obtener unos resultados musicales satisfactorios de cualquier sistema de audio correctamente estructurado y de que se trata de una de las mejores inversiones que puede realizar para optimizar su equipo de Alta Fidelidad.

Los resultados, si se actúa con criterio y con conocimiento de causa, son a menudo sorprendentes hasta el punto de que es preferible tomar antes todas las precauciones necesarias para lograr el mejor aislamiento posible de nuestro equipo que ir cambiando repetidamente de componentes. Por supuesto, estos elementos no nos darán en sí mismo más graves, agudos o detalles, como referimos a veces de forma un tanto ingénua, pero si contribuirán a que descubramos toda la información musical que es capaz de proporcionar nuestra cadena, lo cual antes no percibíamos como consecuencia del enmascaramiento. No convierten un equipo mediocre en uno de alta gama, pero sí ayudan a extraer todo su potencial.

La música es una forma de energía –energía acústica- por lo que para su correcta reproducción es necesario evitar la presencia de vibraciones parásitas, resonancias e interferencias electromagnéticas que inevitablemente conducen a una degradación del mensaje sonoro (coloraciones, imágenes fantasma, enmascaramientos…..). Incluso pueden dar pie a que el aficionado poco iniciado se cuestione la calidad de la fuente, la electrónica o las pantallas acústicas de su sistema.

La fuente de sonido suele ser el componente más delicado en este sentido, en particular el giradiscos, al ser muy susceptible de verse afectado por las vibraciones, reflexiones y resonancias tanto procedentes del motor como del sistema de transmisión  y de las ondas sonoras procedentes de las pantallas acústicas (efecto Larsen o de realimentación acústica).

También los lectores de discos digitales se ven afectados por la energía vibracional parásita procedente de su mecánica, de la interacción con los restantes elementos de la cadena e incluso de una sala de escucha que presente resonancias mal amortiguadas.

En lo concerniente a las electrónicas cualquier circuito, y en concreto los dispositivos activos y la fuente de alimentación, introducen vibraciones que se transmiten de un componente a otro del aparato. Se crea entonces un pernicioso circuito de realimentación que aumenta la magnitud de esas vibraciones. Este fenómeno se detecta sobre todo en las electrónicas que incorporan válvulas de vacío, más sensibles a los microfonismos. Los fabricantes de alta gama toman diferentes precauciones para evitar este problema con resultados notables, como el acortamiento del recorrido de la señal –de modo que ésta sea menos susceptible de ser degradada por distorsiones e impurezas-, una escrupulosa selección de los componentes, el apantallamiento tanto de los circuitos como de la fuente de alimentación y el blindaje del chasis del aparato. Algunos constructores han investigado hasta sus últimas consecuencias la eliminación de la energía vibracional y las resonancias, considerando este factor como primordial en el diseño de sus aparatos. Marcas como YBA y Jeff Rowland se han tomado muy en serio ésto a la hora de diseñar sus aparatos desde hace ya muchos años, algo de lo que han tomado nota la mayor parte de fabricantes de electrónicas High End.

En la foto superior podemos observar el interior de una etapa Jeff Rowland. Chasis con dimensiones fundamentadas en la "proporción aúrea" o "regla dorada", tirantes interiores de aluminio macizo en los cuales se insertan los condensadores y los transformadores, totalmente apantallados (más bien encapsulados) y aislados internamente con anillos de neopreno. Incluso las aletas laterales de refrigeración tienen dimensiones y mantienen la separación a distancias basadas en la regla dorada (secuencia de Fibonacci), así como las nervaduras de la tapa frontal (que no se muestra en la foto) para evitar la formación de resonancias parásitas.

Otro elemento que se va haciendo cada vez más indispensable es una buena toma de corriente. Para ello, el primer paso a dar es la implementación de una línea directa dedicada derivada directamente desde el punto de alimentación general de la casa (que habitualmente llamamos cuadro eléctrico).
Es importante insistir en la calidad de la toma de tierra, no sólo en lo referente a la seguridad sino también en lo que concierne a la calidad de sonido.

Encontrar la fase eléctrica idónea de todos y cada uno de los componentes es también de suma importancia. Conectando a la red cada aparato por separado (es decir, sin interconexión con el resto) y utilizando un voltímetro, podemos saber su tensión residual, llevando el polo rojo al chasis del aparato y el negro a masa. Al realizar posteriormente la misma operación, enchufando el componente a la inversa en su toma de red, la posición en la que obtengamos menor residuo de voltios es la óptima en fase para el aparato (no confundir esta corrección con la de fase absoluta del equipo; aquí estamos hablando de la orientación en la toma de red). La correcta posición proporcionará un mejor sentido de espacialidad y nitidez. Para llevar a cabo esto es necesario que los cables de alimentación no estén conectados a tierra y que no haya cables de interconexión entre los distintos aparatos. Esto es fácil de hacer colocando en el schuko de los mismos un adaptador de sólo dos pines o bien tapando con cinta aislante la patilla de tierra en la que se enchufa.

El mercado ofrece hoy en día una amplia variedad de conectores, cables de red y acondicionadores que pueden hacer mucho por la calidad del suministro eléctrico de nuestros aparatos.

Debido a que los cables degradan la señal que pasa a su través, tenga en cuenta que cuantos menos cables se incluyan en el sistema, mejores resultados se obtendrán.
Mantenga las interconexiones analógicas y cables de altavoz lo más cortas posibles, con la misma tirada en ambos canales. Ésto no es aplicable  a los cables de interconexión digital ya que se obtienen mejores prestaciones con longitudes de 1 ó 1,5 metros.
Con los cables de red también "se rompe la regla". Si son de buena calidad es preferible que tengan, al menos, metro y medio.

Cuide que los cables de modulación estén lejos de los cables de red para evitar interferencias electromagnéticas (EMI) y, si la distancia que los separa no puede ser mucha, procure que se crucen y no vayan paralelos.

Si necesitamos elegir entre cables de interconexión cortos y cables de altavoz largos o bien cables de interconexión largos y de altavoz cortos es mejor optar por esta última opción puesto que los cables de altavoz generlamente causan más detrimento de la señal.
En la parte trasera del amplificador, en donde convergen power cords, cables de interconexión y cables de altavoz, resulta especialmente apropiado separarlos cuanto sea posible. Recordemos de nuevo que es mejor que se crucen en ángulo recto a que discurran en paralelo.

Acuérdese también de limpiar periódicamente con productos adecuados todas las conexiones y contactos. La limpieza de conexiones nos depara grandes sorpresas en no pocas ocasiones. El mercado ofrece múltiples soluciones para ello.

Dar un tiempo de atención a una escrupulosa colocación de los altavoces puede proporcionar agradables sorpresas. Habrá que tener en cuenta la separación respecto a la pared trasera pero también de las laterales, además de la altura en el caso de transductores de soporte. Toda pareja de pantallas tiene una ubicación ideal en función de las paredes que constituyen un habitáculo. De nuestra destreza y paciencia dependerá el que nos aproximemos o no a esa situación más idónea.
Tendremos que ajustar también el ángulo de giro hacia el punto de escucha. Escuchando un piano o un violín en solitario podemos ajustar su foco sonoro de acuerdo al triángulo estereofónico.

Al enfrentarnos a una escucha de un equipo que no conocemos o cuando comprobamos un nuevo elemento en nuestro sistema convendría prefijarnos mentalmente ciertos aspectos para poder diseccionar la escucha en forma ordenada y no crearse tras la audición un mar de dudas. Obviamente, en todos los aparatos destaca alguna o algunas cualidades por encima del resto, pero no nos debemos dejar arrastrar involuntariamente por ellas. Sintéticamente, podríamos dividir una escucha en varias parcelas,únicamente a modo orientativo.

En primer lugar, que balance tonal nos muestra la escucha.¿Existe sensación de calidez o no?
Posterirmente prestar atención a las tres bandas de frecuencia, el medio, alto y bajo. Para los no muy experimentados, cuanto más en bloque se nos presenten los tres rangos, estaremos asistiendo a una mayor coherencia; algo similar a lo que ocurre cuando escuchamos por primera vez un sistema electrostático (la sensación de homogeneidad frente a las pantallas electrodinámicas se hace ostensible).
En segundo lugar, observamos la estabilidad y focalización, comprobando que especialidad, ambiente y análisis de microinformación se nos presenta. ¿Cómo define el espacio sonoro?
En tercer lugar centrémonos en su velocidad, respuesta impulsional y capacidad dinámica. Sólo después de una sucesión similar a ésta podríamos hablar de tímbrica, respuesta transitoria y análisis de armónicos. Cuando una instalación suena realmente bien, es difícil analizarla ya que, inconscientemente, se tiende a disfrutarla….pero la música que se nos está reproduciendo, no la instalación.

Es importante recordar que todo equipamiento o nueva adquisición asociado a nuestra instalación precisa de un periodo de rodaje. En función de las horas que lo utilizamos, el periodo de adaptabilidad requiere un poco de paciencia por nuestra parte (a veces mucha pues en ciertos componentes parece interminable). Desde un cable de modulación hasta la adquisición de unas nuevas pantallas necesita de un tiempo hasta que se produzca una auténtica simetría en todo el viaje que la señal realiza de principio a fin.

 

¡Felices audiciones!

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